Si las actividades diarias se desarrollan en este formato, no es lógico presentar a nuestro alumnado un examen tradicional.
Vamos a diseñar nuestro control de unidad respetando su preparación previa, la libertad de elección de nuestro alumnado y ordenando las preguntas, agrupadas por contenido pero con diferente grado de dificultad en su desarrollo, y con puntuación distinta relacionada con dicha complejidad.
Recuerdo que en EPM, el peso del examen de unidad no debería superar en general el 50% de la calificación final, pues debe tener mucho peso el trabajo diario desarrollado por nuestro alumnado, conveniente y constantemente evaluado.
Compartimos el examen de ecuaciones de Matemáticas de tercero de ESO realizado esta misma semana.
La mayor parte de actividades se presentan en 2 o 3 niveles de dificultad, de los que cada alumno debe escoger solo uno para resolver, aquel que sepa hacer bien, con el objetivo de poder evaluar logros, no de corregir errores.
La actividad 2 es común, se plantea a todo el grupo porque corresponde a conocimientos básicos que han trabajado de manera conjunta cuya asimilación deseo comprobar.
Dificultad diferente en cada opción. Por ejemplo, en la Actividad 4: La opción 1 presenta doble distributiva pero queda una ecuación de primer grado. En la opción 2 una identidad notable y ecuación final de segundo grado. En la opción 3, la potencia de un binomio, un mcm y una ecuación final de segundo grado.
En cada actividad el alumno puede cambiar de dificultad, ya que el grado de dominio puede ser bien diferente sobre cada pregunta. Se trata de organizarse para sumar el máximo de puntuación en cada paso, a partir del autoconocimiento de fortalezas y debilidades.
Resolviendo correctamente las actividades básicas se consigue una puntuación de 6,5 puntos, valor que refleja bastante bien el grado de profundidad conseguido sobre estos contenidos. A partir de aquí, el resto de combinaciones toman valor superior, hasta el máximo de 10 puntos resolviendo correctamente las más complejas.